lunes, 16 de febrero de 2009

El año que morimos lentamente



Cierro los ojos y lo veo, siento sus pensamietos su cabellos rozando sueños que ya no existen que se fueron con la imagen más dulce que es la muerte.
Cierro los ojos y lo veo cambiante, extraño, también frágil como cualquier ser humano que un día debería dejar de sentir, debería dejarme morir. En estúpidos sueños de alcoba y de misericordia no divina y si moral.
Cierro los ojos y veo que nadie sueña lo que no ha vivido se ha dejado de pensar y lo que nunca ocurrirá ni será parte de un deja vu, de una pesadilla recurrente o un mal sueño que te delice a los palacios del averno.
Cierro los ojos y lo veo, cuentos de niños pequeños que debieron morir con la adolescencia y la madurez de un cuerpo que se cae, un pelo que no resiste a un paso atemporal como es el descanso eterno.
Cierro lo ojos y lo veo, observar la tierra, las calidas mantas de satén blanco que un perdieron su majestuosidad como el maquillaje que un día su madre besó.
Cierro los ojos y lo veo, vivo, sonriente esperando que la vida siga su curso y los gusanos se alimenten de lo que un día fue cálido y estuvo entre miles de piernas y bocas.
Sí lo veo muerto, por que de la muerte sólo vuelven los recuerdos y las miserias de un pasado y un miedo que moríra como el murió hace 4 años.
Muerto

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