sábado, 14 de agosto de 2010


Mi papá es fuerte, grande, como uno de esos peluches que ves en las tiendas de muñecos. Siempre me abraza, juega conmigo y me enseña lo que la profesora se olvida dormir cuando hay que dormir, rezar los días que me porto mal y sonreír aunque el día sea el más aburrido o la abuela se empeñe en babearme la cara con eso largos besos que me da.


Mi papá me lleva a donde quiero, la pena es que no es todos los días, sólo los días que se pone los vaqueros y mamá no me hace madrugar para ver a los idiotas o modelar plastilina con la profe. Algunos de esos días me lleva al parque o a la playa o cualquier otro sitio divertido donde pasar el día. Aunque mamá no nos acompaña, siempre hay alguna madre que se interesa por mi o me regala la merienda de su hijo, algún día les preguntaré por qué nunca van al parque.


Y de esos niños a los niños reales. Esos pequeños bastardos que se divierten recordándome que mi familia no es normal, la verdad no entiendo que es lo que creen que es normal. Tener todos los días a dos personas discutiendo hasta por el tamaño de las tostadas? el color de la taza de café o lo caro que están las medias lunas como para que no te las comas?....no a mi no me pasa, la doble atención se lleva mejor que el abandono por una discusión. Si no te ocurre no lo entiendes.


Pero este mundo maravilloso se estropea cada viernes de final de mes, cuando la mamá de mi mamá se empeña en recordarme lo malo de mi padre, sus retrasos, sus trabajos, su abandono, que no le crea por que ahora sea encantador, por que nunca lo fue. La verdad no me acuerdo, y sólo pensar en las peleas me gustan más mis papás de ahora.


Y mientras pueda disfrutar, regalar y mantener la vida que llevo ahora que más da si de vez en cuando tengo que sonreirle a una mujer que quiere ser más que mamá o un hombre que me trae 20 muñecas (el mismo número que flores que a mi madre) para tener puntos. Si yo gano y ellos ganan lo importe son el número de jugadores que nos hacen ganar, no?

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