Un día sin quererlo, desapareció de la frente, pero no nos pareció importante, seguía teniendo la misma vitalidad y encima te otorgaba un punto de inteligencia que no habíamos descubierto antes. Fue el momento de las reuniones en mansiones, palacio y desfiles interminables de moda en los que los diseñadores se volvían locos por invitarme, pues sabían que yo tenía que ser la que elegía tu ropa, la Gran mujer detrás del hombre interesante. Tu despecho, pequeño pero acogedor y con una pequeña sala de reuniones era todo lo que necesitaba tu pelo para atraer a tu jefe. No sexualmente, claro, pero el ascenso que debían otorgarte.
Tras el sexo, el verdadero sexo que me podrías dar y el que se esperaba por tu pelo, le acaricié le di las gracias y descubrí su evolución, me miró con ternura para mostrarme las primeras, ahí estaban protegidas, fuertes y cual retoños las primera canas. Te otorgaron la dulzura de post coito pero la dureza de conseguir se el socio más joven de toda la empresa y yo la primera dama de una casa que a Barbie ni siquiera se le ocurrió soñar.
Entre aquella felicidad, la casa, los niños, la familia que nos visita en navidad envidiosas de nuestro éxito y después la desgracia. Lenta, como deben ser, pero catastrófica como son. Y cual otoño, fue cayendo uno a uno como todas las cosas que te rodeaban, la casa para el banco, los niños con tu madre y yo la que siempre te quiso pero quería más a tu pelo se despide desde las Islas Caimán con tu dinero, tu vida y otro pelo que me da más placer que tu.
Con cariño
Tu ex esposa
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