sábado, 12 de septiembre de 2009

Una foto tuvo la culpa


Tras años de sequía el rey invento un ritual, del agua y del saber, de la bondad y el perdón. Dicho evento consistía en un baño multitudinario de una de las persona de la aldea, un joven de la aldea, preferiblemente hombre, preferiblemente virgen, preferiblemente religioso. Su final, ser entregado a los dioses para que los sacrificasen o hiciesen lo que les viniera en gana.

Tras años de sequía, el rey no veía resultados en su desesperado trabajo. Así que cambio el ritual, pero ésta vez de niños, inocentes, despiadados y sábios. Esos niños que todo lo saben y todo lo entienden. Esos que los del pueblo expulsaban por desmentir las normas de los hombres.

Pero la sequía siguió y siguió y el rey del pueblo inventó un nuevo ritual tomar al más sabio de la aldea, al escritor, pues quien no tiene escritores como vecino y lo subió a lo más alto de la más alta torre del castillo, le entregó los manjares más sabrosos de su despensa, lo bañó con las sales y jabones más intensos que nunca conociste y le roció con el agua más pura en contra de las normas de abastecimiento.


Tras ello le dejó elegir entre los más bellos y bellas del reino para un festín final antes de presentárselo a los dioses.

Pese a los intentos, la sequía siguió, los vírgenes siguieron desapareciendo pero la ofrenda era para dos, para el joven sabio y la puta diosa. Dos seres insaciables que descubrieron el placer del agua robada y el placer del virgen insano.

Pues los hombres creen saber lo que desean los dioses, pero los dioses ya están cansados de los capricho humanos, sus sueños, sus pesadillas, sus "ayudame", sus "tienes que hacerlos", sus "por los dioses". Y por los dioses que estaban hasta los cojones de los mortales.

Fin

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